José Luis Gonzalo Marrodán

Sin títuloAcabo de terminar la lectura del cuento “¿De qué color es mi mariposa?” y mi opinión por la obra que han creado no puede ser más satisfactoria. No es nada fácil que los niños adoptados puedan explicar su historia de vida públicamente y que reciban aceptación. A veces hay incredulidad, o la idea de que lo diferente es peor y puede generar rechazo social.  Hay también vergüenza. El niño puede pensar que sólo existen las familias biológicas, las de verdad, y el resto, incluida la adoptiva, como si fueran de segunda. La familia que te “recoge”, como si estuvieran ahí “tirados”, tal y como una niña adoptada con inteligencia y fina ironía me dijo un día.
El cuento es genial porque consigue introducir de manera directa y por el hemisferio derecho del cerebro (para eso se vale de una herramienta que las autoras han logrado introducir con maestría: las metáforas) que la adopción es una manera diferente de llegar a una familia pero con un vínculo afectivo igual de intenso, duradero y fuerte como se puede llegar a crear en cualquier otra. La vinculación (lo verdaderamente importante) está en la fuerza del afecto, la unión, el compromiso y la seguridad del hilo que une inexorablemente (y desde tiempo inmemorial: el arquetipo del hilo rojo) a la madre o familia (y a la inversa) con el niño. ¿Hay una manera mejor de explicar a un menor de edad que la familia se funda sobre el vínculo afectivo y no sobre la biología? Creo que no. Hacer llegar la teoría del apego a los niños de este inteligente modo demuestra el alma sensible, el saber y la creatividad de las autoras, que conocen muy bien a los niños adoptados y su corazón. También hay que destacar la metáfora de la mariposa: ese simpático animal -alegoría de la conexión emocional entre humanos- que se crea desde el momento que el niño y la madre (o familia) se encuentran en el orfanato, que es el mítico primer momento para toda familia adoptiva, y algo a honrar y dotar de magia y alegría por la llegada -y el momento de convertirse en un miembro más- a la familia. Finalmente, me gustaría destacar que el relato al niño incluye la inclusión de lo que muchos niños sienten como vergonzoso y humillante: provenir de un centro de acogida o popularmente, orfanato. Boris Cyrulnik afirma que la cultura debe estar preparada para escuchar los relatos de los niños, no debemos decir: “Imagino que para ti…” sino: “Cuenta…” Abrirse para que sientan esa confianza en nosotros y puedan trabajar los relatos que transformen el dolor de la vivencia de abandono en un orfanato en belleza y empoderamiento resiliente. En este sentido, creo que entrega a los maestros un útil medio para que sepan cómo incluir y tratar el tema de la familia adoptiva  en la escuela y cómo se pueden sentir los niños y las familias con esto si no se trata con empatía. Este cuento pone en las manos de los padres, las familias adoptivas y los profesionales un instrumento valiosísimo para poder hacerlo, con unas preciosas y fantásticamente dibujadas y coloreadas –por María José Sánchez- ilustraciones que -¡gran acierto!- permiten al niño visualizar el hilo y la mariposa durante toda la historia. Auguro muchos éxitos a este cuento porque se lo merece. ¡Enhorabuena a María Martín, Mercedes Moya y María José Sánchez!
Un abrazo
José Luis Gonzalo Marrodán
Psicólogo Especialista en Psicología Clínica
Colegiado nº 1.035